Día en las calas Ambolo, en Jávea y Moraig, en Benitachell.

Llevaba tiempo con ganas de ir a la playa nudista de Ambolo, en Jávea, muy apreciada por la gente en redes sociales y foros. Llegó la ocasión de ir y me informé primero del tiempo porque se anunciaban lluvias. Tiempo no adecuado para tomar el sol. Cambié de plan para adaptarme a las circunstancias. La idea era ir a la localización de la cala para en caso de no llover, tumbarme desnudo en la arena para respirar el aire sano del entorno. Es una playa nudista que en temporada alta se reducen al mínimo, incluso a veces no se ve ninguno, a favor de las personas con bañador. 

Por la mañana preparamos dos almuerzos y dos comidas, además de toallas, cangrejeras y bebidas. Preparé el GPS para ir a la cala ambolo ya que es muy complicado ir. Una vez todo listo pusimos el coche con destino a la cala Ambolo, en Jávea. El viaje lo hicimos por la autovía AP-7 hasta Silla y ahí cogimos el desvío a Gandía. Pasamos por Sueca y  Cullera y allí cogimos la carretera N-332. En la nacional el trayecto se hizo más largo, desde Favara, hasta Jávea. Antes de llegar a Jávea salimos por la carretera que va hacia el cabo de la Nao. Una vez allí callejeamos siguiendo las indicaciones del GPS, gracias al cual llegamos al destino en poco más de dos horas.

Cala Ambolo.

Aparcamos en una calle cercana porque estaba prohibido el acceso a la cala para los no vecinos. Hacía más calor de lo esperado y no tan nublado como pronosticaba el tiempo. Teníamos hambre y sed y almorzamos en la misma calle sendos sandwiches. Calmamos la sed con unos refrescos. Tras reponer fuerzas bajamos en busca de la cala. La calle bajaba siguiendo una fuerte pendiente. Estaba desierta. Por fin, a unos 500 metros, tras un gran esfuerzo llegamos a la explanada donde estaba el esperado cartel anunciador del nombre de la cala. Advertía de la tradición nudista de la cala, la prohibición de perros y el peligro de desprendimientos. Desde allí había que bajar por unos escalones. Inma ya iba justa desde la calle donde dejamos el coche y es que la pendiente hacía mella en sus delicadas rodillas. Al final de los escalones estaba la playa, pero no era una zona adecuada para la estancia. Dicha zona estaba unos metros más a la derecha. Unas piedras gordas dispuestas de forma natural separaban los escalones de la zona de estancia. Inma no pudo seguir para no castigar las rodillas, pero yo seguí para indagar en la zona de estancia, de gravilla y arena, más adecuada para permanecer allí. Había poca gente, y todos con bañador o bikini. Pregunté a unos chicos sobre los antecedentes geológicos de la playa pero también eran debutantes y no sabían nada. Destacaron que era una playa natural y es fácil encontrarse a veces con esos inconvenientes. El día no estaba nublado del todo, asomaba el sol y el aire que hacía en lo alto desapareció en la cala. Volví sobre mis pasos a comunicar a Inma la nueva situación. No pudimos quedarnos allí y queríamos aprovechar el día. Se me ocurrió ir a otra playa nudista cercana, la cala del Moraig, en Benitachell y a Inma le pareció bien. Subí solo a por el coche, con la lengua fuera, para bajar a recoger a Inma. Con el coche llegué en un periquete al punto de encuentro con Inma. Cambié los parámetros en el GPS para que nos llevara a la cala del Moraig. Unos 20 minutos nos separaba. Pero hubo un problema técnico. Para solucionarlo tuvimos que improvisar una parada en un restaurante cercano. 4€ euros por dos cocacolas nos costó la evacuación. En el camino hacia Benitachell pasamos por diversas urbanizaciones de Jávea y casualmente vimos un parque precioso. Paramos el coche en el parking y nos dispusimos a verlo. Es el parque Pinosol.

Parque Pinosol.

Había un chiringuito, unos bancos con mesas de madera, zona de barbacoas, columpios y un sorprendente bosque hecho con troncos de pino tallados en forma de animales por el escultor Miguel Ángel Miguel. Era la hora de comer y teníamos hambre, así que nos sentamos en una mesa. Después de la comida dimos un paseo por el parque. Hacía sol y calor, al contrario de lo que el tiempo anunciaba. Alguna nube gris, pero sin agua. Disfrutamos viendo tanta belleza en ese parque, las figuras de madera con formas de animales, el monte, las casas, todo. Una vez descansados volvimos al coche para poner rumbo a la cala Moraig.

Parque pinosol

Cala Moraig.

Al llegar a Benitachell cojimos un desvío a la izquierda que nos adentraba a las urbanizaciones. Eran chalets grandes y bonitos. Con pinta como de ser caros. La carretera subía y al poco tiempo llegamos a un mirador. Dejamos la parada en el mirador para después. La carretera era buena y ancha y no me costó mucho llegar, teniendo en cuenta que tiraba hacia arriba. Después de unos pocos kilómetros la carretera se nivelaba y vimos unos coches aparcados a la izquierda. Luego la carretera bajaba con una pendiente del 22% y a unos 100 metros más o menos había otro parking. Éste estaba lleno y di la vuelta para subir al parking anterior. Las vistas desde allí eran maravillosas. Cojimos las mochilas y bajamos andando por la pendiente. Las rodillas sufrían al máximo pero las ganas de llegar lo superaba. Al llegar a la zona de playa un cartel indicador de la playa el Moraig nos anunciaba de las prohibiciones de hacer acampada, de tirarse desde el acantilado, de llevar perros y de la presencia de vigilancia y zona para minusválidos. A la derecha del cartel había una excavación en la roca que dejaba ver la otra parte del mar. A la izquierda se encontraba la cala propiamente dicha. Un chiringuito amenizaba la zona con su bullicio y su música. Una pasarela de madera para poder llegar a primera línea. El suelo era de gravilla y poca arena. El agua estaba agitada y con un poco de materia orgánica en forma de restos de plantas y algas. La gente era de todas las edades. Abundaban las familias. Al principio sólo había gente con bañadores, tal como me han dicho. Al igual que en Ambolo, Moraig también es de tradición nudista. Fuimos caminando hacia la parte final porque yo quería cumplir con la tradición nudista de la playa. Allí pudimos ver a unas cuantas personas desnudas. Encontramos un sitio y extendimos las toallas. Las vistas eran magníficas. Una inmensa pared de caliza rodeaba la cala. Formaba unas estructuras donde la gente, en principio podía tirarse al agua, pero estaba prohibido. La orilla era de gravilla, como el resto de la playa y a escasos metros hacía terraplén. A Inma no le apetecía tomar el sol y se puso a buscar conchas y otras cosas curiosas. Yo sí que me bañé. Me quité la ropa y con tan sólo unas cangrejeras me metí en el agua. Las cangrejeras eran necesarias si no querías destrozarte los pies. Algunas nubes tapaban el sol, haciendo más agradable la temperatura ambiente. El agua, por su parte, estaba templada, haciendo más agradable el baño. Al no llevar el bañador pude sentir en su totalidad el agua recorrer mi cuerpo. Una experiencia que más de uno quiere probar y no se atreve. Aseguro que una vez superado el primer miedo, se repite. Mi lucha con las olas acabó en cansancio y salí un rato a tomar el sol. Inma me enseñaba sus adquisiciones, dos caracolas y dos cristales petrificados. Una vez descansado me volví a meter en el agua, esta vez tumbado en la orilla esperando a las olas. Unos minutos después llegó el momento de recoger. Me costó poco secarme, una de las ventajas del nudismo es que al no llevar bañador, la piel se seca enseguida. Recorrimos el mismo camino que en la ida pero subí al coche yo solo. Inma me esperaba cerca del chiringuito. El camino se me hizo eterno con esa rampa del 22%. Cuando llegué al coche es como si hubiera llegado al cielo. Bajé a la cala y allí me esperaba Inma. Configuré el GPS para volver a casa. Aprovechamos para parar, esta vez sí, en el mirador que obviamos antes. Y mereció la pena parar. Todo Benitachell ante nuestros atónitos ojos. Montañas, apartamentos, la zona antigua y el extenso mar, todo cabía en nuestro ángulo de visión. Además había un cartel informativo acerca del pueblo. Y después del deleite, cogimos el coche para Valencia.

El viaje estuvo igual que el de ida. Mezcla de autovía con nacional, y Oliva, como siempre, un tapón. No hubo desgracias y llegamos en poco menos de dos horas. 

Hoy ha sido uno de los días donde he podido disfrutar de algunas de mis aficiones, como la naturaleza, el nudismo y la fotografía.

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